Contenido creado por Belén Fourment
Entrevistas

Piel y pasión

Lo que dejó la Convención de Tatuajes de Montevideo

La Convención de Tatuajes de Montevideo “se está yendo para arriba”, asegura Diego, uno de sus jueces, que por séptima vez vino desde Argentina para rodearse de colegas, ruido ensordecedor de agujas, pieles dispuestas a ser tatuadas y una pasión. Repasamos lo que dejó la última edición.

22.11.2014 16:15

Lectura: 7'

2014-11-22T16:15:00-03:00
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Mucha ropa negra, medias rotas, animal print, piercings, lentes oscuros, gorras estilo americano y tatuajes: así lució la escalinata de la Intendencia de Montevideo durante el pasado fin de semana, pues en el atrio se desarrollaba una nueva edición de la Convención de Tatuajes que tiene a la capital uruguaya como anfitriona. Por allí pasarían durante dos días enteros cientos de personas, algunas curiosas y otras devotas de un arte que ha ido ganando aceptación con el tiempo. Gratuitamente verían trabajar a algunos de los mejores tatuadores de la región y, si contaban con una buena suma de dinero, se irían de allí con algo nuevo en su cuerpo.

Cruzar la puerta bastaba para sumergirse en una suerte de panal gigante de abejas zumbando. Todavía con la luz del día que permitía que muchos se pasearan con sus gafas puestas entre los stands, el ruido ensordecedor de las máquinas que estuvieron encendidas demasiadas horas poco a poco se iba haciendo soportable y llegaba a ser imperceptible. El olor a hospital que impregnaba el salón sólo sería notado después, al volver a la calle.

En casi todos los puestos había gente trabajando: siempre con guantes, ocasionalmente con tapabocas, y rodeados de decenas de miradas y de mesas con infinita cantidad de materiales. Y en casi todos había gente oficiando de modelo: boca abajo, en ropa interior, con el brazo extendido, el pantalón subido hasta la cadera, dependiendo de la zona elegida. Cada uno toleraba el ardiente cosquilleo de la aguja a su manera: una chica bebía bebida refrescante, a otra la abanicaban constantemente; una paciente novia masajeaba la cabeza de su chico, otro escuchaba música, uno sufría hasta las lágrimas. Llamaba la atención una adolescente de larga cabellera roja que estaba despatarrada sobre una camilla, demasiado relajada y ajena a todo el movimiento que giraba en torno a ella.

Christopher Mariño, uruguayo, lleva 10 años tatuando. En su cuarta convención le tocó ocupar un puesto pequeñito y trabajar con tranquilidad junto a su compañera de labores y perforadora, quien esta vez puso la piel para llevarse su tatuaje número 12, una colorida calavera en su muslo derecho. Si terminaban a tiempo, porque habían empezado tarde, admite Christopher, tratarían de competir.

Para él tatuar es su vida, para ella su pasión, su hobby. Asegura que no siente dolor, que le encanta tatuarse, y su sonrisa lo refleja sinceramente.

Gastón Furtado descansa. Ya son cerca de las 20, el tiempo de tatuar terminó y espera para presentar un extenso trabajo realizado sobre la pierna de una modelo, con el que competirá en Full Color. El domingo será el turno de buscar premios en New School, un estilo "parecido".

Es la tercera convención para él, quien llega desde Punta de Rieles, donde hay pocos colegas con local establecido, por lo que se trabaja "muy bien". "Hace 15 años que tatúo ya; tenía un conocido que tenía local y arranqué con buenos materiales, tuve la suerte que me pude comprar una máquina de entrada y no tuve que andar con la casera. Yo vivo de esto, me encanta; aparte de ser mi pasión es mi fuente de trabajo y estoy muy contento", afirma.

"La jornada fue espectacular, el lugar amplio, el flujo de gente me gustó mucho. Y está bueno trabajar así, ver la calidad, que vean tu trabajo", le asegura a Montevideo Portal, afirmando que no es estresante tatuar con tanto ruido.

A pocos metros se extiende uno de los puestos más grandes de la convención, en el que trabajan cuatro personas. Uno dibuja, otro hace rato está trabajando en el brazo de un chico, un joven atiende a una señora que busca hacerse algo en su muñeca. Diego, que de momento está descansando, le cuenta a Montevideo Portal que Metronome, la suya, es una marca muy conocida en Argentina.

"Somos fabricantes de máquinas, de productos para tatuador, y aparte nos dedicamos a tatuar, entonces nos vamos turnando. Todos hacemos todo", señala en referencia al grupo grande que esta vez decidió desembarcar en la que fue su séptima convención de Montevideo.

Su equipo armó el stand a mediodía y se dedicó a esperar a su clientela, la conocida y la nueva. No hubo competencia esta vez, porque a Diego le tocó ser uno de los cuatro jueces del evento, tarea nada sencilla. ¿Cómo se evalúa? "Se discrimina por categoría. En base a eso tenés que calificar si está dentro de los parámetros de lo que es ese estilo, si está bien tatuado, y después se empieza a valorar por la belleza del tatuaje en sí: el tamaño, los detalles; se mira a futuro, porque con el tiempo uno aprende que hay tatuajes que en principio están muy lindos pero de acuerdo a como está aplicado después no va a quedar como el primer día. Es un trabajo", resume seriamente.

Él, que es organizador de una de las convenciones más prestigiosas de la vecina orilla, reconoce que si bien es todo más grande, Uruguay viene creciendo. "Las de Montevideo se están poniendo a tiro, se están yendo para arriba. A veces se hacen muchas convenciones y van bajando el nivel, pero en este caso no, este año está mejor que la del año pasado, por lo que es una buena señal", admite.

Otro de los jueces de la competencia será un brasileño muy delgado y con unos expansores tan grandes en sus orejas que pasará los cables de los auriculares por el medio. Pasó muchas horas trabajando en la cabeza de Cassio, quien le oficia de traductor y ha perdido la cuenta de cuántos dibujos tiene sobre su piel: le hizo una frase con unas letras muy rebuscadas, estilo de su preferencia, que se mezclan con lo que tiene en la mejilla, debajo del ojo, tras la oreja.

Tatuador hace 11 años, esta fue la primera vez que llegó a Uruguay para una convención. Él está radicado en San Pablo, donde tiene mucho trabajo y donde, admite, tiene que hacer demasiados diseños relacionados con el fútbol.

Bastante lejos de su stand, uno tiene la bandera de Chile. Hay cuatro ocupando el reducido espacio, pero sólo uno es trasandino: Fabián Briones, que tiene 24 años, tatúa desde los 19 y por primera vez está participando del evento de Montevideo.

"Aprendí con amigos hasta llegar a un nivel, y ahí entré a una tienda de tatuajes en la capital. He estado tres años y recién me independicé", cuenta quien optó por presentar un diseño en la categoría Realismo. "Estuve revisando y hay buen nivel, así que va a estar difícil", admitió tras seis horas de trabajo en la parte superior de un brazo que espera su turno de subir al escenario, para luego quedar entre los cinco finalistas pero fuera del podio. El domingo, Fabián insistiría en la categoría Black & Grey, tatuando por cuatro horas "aproximadamente".

Al final, el ganador en Realismo sería otro brasileño, el que estuvo ocho horas haciendo a Wolverine sobre la espalda de su compatriota, a quien rato antes había visto al borde de las lágrimas, al padecer los últimos retoques. Con su premio en la mano, una placa con una calavera dorada y una máquina nueva, festeja con el gran equipo que lo acompañó y posa con la bandera brasileña, para una imagen que ya está viajando a su país. "Es mi primer premio internacional. Hace muchos años que está en esto y significa toda mi carrera", afirma, antes de posar una vez más, esta vez con el modelo de frente, pues él también es ganador.

Montevideo Portal | Belén Fourment